El procedimiento expuesto por el precursor de la probabilidad Luca Paccioli en el siglo XV, denominado en ocasiones como “método veneciano” por ser la forma de contabilidad llevada por los comerciantes italianos en los albores del Renacimiento, consiste en registrar en el libro diario todas las operaciones a medida que se van produciendo en función de su entrada y su salida de las cuentas y pasarlos diariamente al libro mayor al tiempo que se clasifican en las cuentas correspondientes. Es a partir de este que se obtienen los datos para elaborar los estados financieros anuales.
La contabilidad de partida doble equivale a una balanza en equilibrio ya que, considerando el patrimonio total de una empresa, ninguna operación puede significar una pérdida. Si un elemento disminuye ha de ser porque otro aumenta (si entra en una cuenta, sale de otra), como en el ejemplo de la venta de mercancía que vimos anteriormente, según el principio fundamental de “No hay deudor sin acreedor, ni acreedor sin deudor”. Es por esto que cada operación se anota dos veces, al “debe” de una cuenta y al “haber” de otra, y ambos valores han de estar en “equilibrio”. La partida doble se encargaría de registrar los efectos de las operaciones comerciales en los diferentes elementos o cuentas del balance para que la ecuación siempre quede equilibrada.
Tradicionalmente el “débito” (o lo que entra) se ha apuntado siempre a la izquierda y el “crédito” (o lo que sale) a la derecha, constituyendo una cuenta mayor, denominada popularmente cuenta “T” por su estructura. La cuenta en contabilidad se representa con una T de brazos largos o de “doble columna” y sus partes son: Debe, Haber y Nombre de la cuenta.
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